El Porch Potty: 1ª parte
No es fácil encontrar el apartamento perfecto teniendo mascotas. El “baño” de el(los) perro(s) es un desafío logístico para la mayoría de los que no vivimos en una casa con patio.
Antes de casarnos, mi esposo y yo buscamos un apartamento con requerimientos casi imposibles. Al final nos conformamos con uno que era la mejor opción para empezar y, buscando acomodar la vida con Póker y Gigi, decidimos embarcamos en la aventura de comprar el Porch Potty.
El Porch Potty es lo "ultimo de los muñequitos" en cuanto a baño para perros se refiere. Lo inventó un joven, que como muchos de nosotros, amaba a su perro, pero llevaba una vida de trabajo exigente y le pesaba bajarlo a todas horas para que hiciera sus necesidades. El Porch Potty es un mueble de resina (tipo mimbre) sobre un marco de acero. Es como un mueble de exterior que aguanta todo tipo de clima. Arriba tiene una bandeja plástica cubierta por una grama sintética que drena. Una manguera conectada a la bandeja permite que la orina vaya a un desagüe (o a un recipiente). Era carísimo, pero funcionalmente parecía perfecto.
Ahora había que diseñar la estrategia para que los perros la usaran como debían.
Al llegar esta fabulosa caja (que iba a resolver mi vida), tome las siguientes medidas:
1.
Que Póker no viera la caja cuando llegara. Mi gracioso Potito le tiene pánico a las cajas, maletas, fundas y carritos de supermercado, así que preferí que no viera nada para evitar que se predisponga.
2.
Una vez instalado en el lugar elegido, el balcón, los dejamos que fueran y curiosearan por sí solos sin forzarlos.
3.
Su área de baño habitual (área de lavado) fue clausurada.
4.
Pusimos papel de periódico sobre el Porch, ya que así era que estaban acostumbrados a reconocer donde ir.
Con estas 4 medidas y leyendo los reviews de otros usuarios en internet pensamos que iba a ser suuper fácil. PUES NO!
Empezaron los accidentes de orina, empezaron en la cocina frente a la puerta de su “baño” anterior, y luego escalaron a su habitación. Por más que los llevábamos al Porch, ellos entendían que era un lugar para jugar y restregarse. Todo menos hacer sus necesidades.
Entiendan que tengo DOS perros, por lo que adivinar quien fue el que hizo el desastre y llamarle la atención no era fácil.
Pero no nos íbamos a rendir tan fácil, por lo que empezamos a variar la estrategia:
Metimos el PP en el área de lavado, su anterior baño: lo hacían en el piso, al lado.
Le creamos una barrera al Porch para que la única opción fuera subirse: lo hacían enfrente de la puerta de la cocina.
Le agregamos el atrayente Wee Wee: nada
Le pusimos papel de periódico sucio de su misma orina: nada.
Algunos días nos daban esperanzas y encontrábamos un par de “regalitos” arriba del PP, pero el próximo desastre nos hacía ver que era un hecho aislado.
En la desesperación, tomamos la decisión de separarlos e intentar entrenar sólo a uno. Gigi se fue de vacaciones donde mi madre y nos concentramos en Póker.
Siguen los accidentes, pero hay progreso. Póker aguanta todo lo que puede y va en el PP, pero sólo cuando lo llevo yo, en un momento específico del día. Ha usado por sí solo el PP varias veces, digamos que esta 30-70 si no lo llevo. Creo que vamos en buen camino.
En una segunda parte les contaré como termina todo el proceso. ¿Ganará el Porch Potty o la terquedad de Póker? Pacieeeenciaaaa.